Reflexión tras los primeros pasos.

Tras caminar los primeros pasos como escritor amateur, me detengo a reflexionar para hacer balance de todo lo ocurrido y aprendido.

Allá a lo lejos ves la ciudad fortificada de los publicados. Tienes miedo, te sientes solo. Los llantos de los que cayeron en el camino hacen estremecer tu ilusión, pero sólo por un instante. Te acercas y te topas con las primeras casas de camino a tu objetivo. En algunas descansa algún gruñón balanceándose en su mecedora construída con la autocompasión, orgullo y desilusiones. Los miras fijamente, te acercas y te susurran terribles historias de tiranía, de monstruosos editores y agentes desalmados. Algunos se aferran en sus libros autopublicados, otros los esconden dándoles la espalda. Son muchas las almas en pena que pierden el tiempo lamentándose, ahí parados, sin hacer nada.

Prosigues tu camino y te encuentras alegres personajes que, con su ejemplar autoeditado bajo la manga, te cuentan historias de portazos, sin tildarlos de terribles, de aventuras en solitario y de luchas por hacerse con mejores armas para poder asaltar la ciudad de Villapublicados. Es entonces cuando tus energías se ven renovadas. Te sacudes toda la oscuridad que empezaba a ahogar tu ilusión y escuchas animado todas aquellas historias. Te sientes seguro, pues pasas de casa en casa y te encuentras con gente tendiéndote la mano, dándote consejos.

Entonces vuelves a levantar la mirada hacia las altas y gruesas murallas que protegen tu sueño. Sabes lo difícil que va a ser, el esfuerzo que te va a llevar. Pero la ilusión de poder amparar a tus niños bajo aquellos techos te llevará a asediar aquella ciudad una y otra vez, hasta que encuentras el hueco en la muralla por el cual puedes pasar. O no. Porque a veces estar solo es mejor que mal acompañado. Y existen las aventuras en solitario con final feliz.

El Barbus